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Promesas de aliento y ánimo para cada día



Una promesa de Dios puede compararse a un cheque pagadero a la orden del portador. Esta promesa ha sido otorgada al creyente con el propósito de que reciba una gracia, no para que la lea superficialmente y después prescinda de ella. El cristiano ha de considerarla como algo real, del mismo modo que lo es un cheque para el comerciante.

El cristiano debe tomarla en sus manos, poner al pie de ella su firma, acepándola personalmente como verdadera. Por fe la acepta y se la apropia, declarando así que Dios es verdad y que también lo es por lo que atañe a esta su promesa. En consecuencia, se cree en posesión de la bendición que le ha sido prometida, y por anticipado entrega el recibo firmado en su nombre acreditando haber recibido dicha bendición. Hecho esto, presenta a Dios esta promesa, de la misma manera que se presenta un cheque al cajero del banco, y ora en la seguridad de que tendrá cabal cumplimiento. A fecha fija recibirá la gracia prometida. Si la fecha de pago no hubiese llegado todavía, espera pacientemente hasta que llegue; entre tanto, debe considerar la promesa como si fuera dinero, ya que cuenta con la certidumbre de que el Banco le pagará a su debido tiempo.

Personas hay que olvidan estampar su firma de fe en el cheque, de suerte que nada reciben; otros lo firman, pero no lo presentan, y tampoco reciben. La culpa no es de la promesa, sino de quienes no saben utilizarla de un modo práctico y sensato.

Publicado originalmente con el título de LIBRO DE CHEQUES DEL BANCO DE LA FE, esta Charles Spurgeon de es un CLÁSICO ENTRE LOS CLÁSICOS.

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Sobre este libro dice el propio C. H. Spurgeon:

«Estas lecturas devocionales para cada día versan sobre diversos y variados asuntos, y ciertamente serán muy provechosas porque en ellas se tratan doctrinas, experiencias y otros problemas del día a día esenciales para todo creyente. Son una especie de aperitivo que en nada perjudica el alimento sustancial que mana de la lectura de la Palabra de Dios; antes por el contrario, estimulan nuestro deseo de nutrirnos más y más de ella.

»Comencé a escribir estas meditaciones cotidianas en una época de mi vida en que me creía lanzado contra la escollera de la controversia. Desde entonces me vi sumergido «en las aguas que no se podían pasar sino a nado», y si no fuera por el brazo de Dios que me sostuvo, habrían sido para mí las aguas donde nadie puede nadar. Fui herido y quebrantado por muchos azotes: violentos dolores físicos, decaimiento de espíritu, y la pérdida del ser más querido de mi vida. Ola tras ola, pasaron sobre mí las aguas de la tribulación. No refiero estas cosas para atraerme la simpatía de los demás, sino para demostrar que no soy marino en la tierra. He atravesado estos océanos que no son precisamente océanos pacíficos. Conozco el rugido de las olas y la violencia de los vientos, y jamás han sido para mí tan preciosas las promesas de Dios como en la hora presente. Algunas de ellas no las he comprendido hasta ahora; no había llegado aún para mí la época de su madurez, porque no estaba yo maduro para comprender su significado.

»¡Quiera Dios que muchos de mis lectores a quienes no conozco puedan comprender mientras lean estas porciones, que he preparado para cada día del año, que esta confianza filial en Dios es un deber y una alegría!»

Información adicional
ISBN 9788417131623
Acabado Plastificado brillo
Autor Spurgeon, Charles Haddon
BISAC REL012020
Encuadernación Rústica fresada
Publicacion 2019
Idioma es
Páginas 384
Medidas 15.2 x 22.9