El Espíritu Santo en la tradición sinóptica (Ed. Rústica)
¿Por qué se habla tan poco del Espíritu en la vida del fundador del cristianismo, una de cuyas creencias más características era que sus miembros se convertían en poseedores, en un sentido único, del Espíritu de Dios? ¿Por qué los Evangelios sinópticos mencionan tan poco del Espíritu Santo, cuando los cristianos de la primera generación creían que ellos mismos estaban viviendo bajo la inmediata dirección del Espíritu de Dios, y la primitiva Iglesia –según nos la pintan los Hechos de los Apóstoles y otros libros de tradiciones no sinópticas— era decididamente pneumática?
Apenas hay un capítulo del libro de los Hechos en donde no se represente al Espíritu en acción. Todo momento crítico en la historia de la Iglesia, tal como allí se describe, se convierte en escenario de la intervención del Espíritu. ¿De dónde sacó la Iglesia sus nociones acerca del Espíritu y su certeza de que estaba inspirada? Algunos teólogos de comienzos del Siglo XX dieron a este enigma, respuestas muy radicales.
Hans Windisch (1881-1935), en su obra Jesus und der Geist nach synoptischer Überlieferung afirma que puede demostrarse que las palabras de los Evangelios que se refieren al Espíritu, no son auténticas, sino todas ellas inserciones posteriores que se deben a la actividad redaccional.
Hans Leisegang (1890-1951), va todavía más lejos. En su famosa obra Pneuma Hagion, no duda en afirmar que el concepto sobre el Espíritu de la Iglesia Primitiva tiene su origen en el misticismo griego, en mitos y especulaciones que se añadieron a la enseñanza de Jesús, “elementos extraños a los Evangelios sinópticos, que se deslizaron del pensamiento y de la creencia helenísticos a las narraciones de los hechos y palabras del Salvador”.
K. Barrett sale al paso de estos radicalismos y niega que los rasgos pneumatológicos que puedan hallarse en los Sinópticos sean atribuibles a influencias helenistas. En su opinión, Leisegang y Windisch, se equivocaron creyendo que la doctrina del Espíritu es de las que se pueden desgajar y tratar por separado, y pasaron por alto la enseñanza escatológica de Jesús, que es la pista clave para aclarar el misterio.
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Barrett examina en este libro todas las palabras y sucesos que relacionan a Jesús con el Espíritu y aquellos en los que se relaciona el Espíritu con la Iglesia, y da a conocer sus postulados sobre el por qué las referencias de los sinópticos al Espíritu son tan pocas.
Para ello, estructura el material en dos partes. Una PRIMERA PARTE que dedica a Jesús y el Espíritu, y una SEGUNDA PARTE en la que analiza la relación entre el Espíritu y la Iglesia.
PRIMERA PARTE
Comienza, dedicando un capítulo completo (Cp. 2), a debatir la concepción de Jesús por obra el Espíritu Santo y su nacimiento virginal. Debate sobre los distintos relatos del hecho en los evangelios sinópticos, y los problemas de crítica textual, así como sus paralelos con los apócrifos y relatos del mundo helenístico. Estudia todos los casos que hablan sobre concepciones y nacimientos con rasgos de intervención divina en el A.T., y expone las principales teorías al respecto de algunos de los grandes teólogos modernos. Explica como a la luz del pensamiento judeocristiano del Siglo I, el papel desempeñado por el Espíritu Santo en los relatos de nacimiento, representa el cumplimiento de la redención prometida por Dios en un nuevo acto de creación comparable al de Gen 1.
Sigue con un análisis exhaustivo (Cp. 3) del por qué recibió Jesús el bautismo de Juan, el significado de la bajada del Espíritu, el simbolismo de la paloma y la voz divina, concluyendo que existe una estrecha conexión entre nacimiento, el bautismo y la resurrección.
Entra a continuación en el tema de la tentación en el desierto (Cp. 4), viendo los dos relatos independientes de la misma y sus fuentes, remarcando su coincidencia en el hecho de que Jesús afrontó la tentación bajo la acción del Espíritu. Cuestión en la que abunda en el capítulo siguiente (Cp. 5) donde aborda el tema de los milagros de Jesús mediante un amplio debate sobre el sentido y uso de los términos griegos, concluyendo que el poder «pneumático» de Cristo, tal como se reveló en su ministerio profético y taumatúrgico, y atribuido directamente al Espíritu de Dios, es lo que le impulsó a predicar el evangelio y a curar a los enfermos.
En el capítulo seis (Cp. 6) presenta a Jesús como profeta, analiza los paralelismos con los profetas del A.T., sus los rasgos “pneumáticos” asociados a la profecía, y se pregunta: ¿por qué actuó Jesús como un profeta inspirado por el Espíritu y se negó a ser reconocido como tal? Finalmente, (Cp. 7), hace un breve repaso crítico de los demás pasajes en los sinópticos que hacen referencia al Espíritu. Y pone punto y final a la primera parte, sintetizando los rasgos del hombre “pneumático” o espiritual, afirma que estos rasgos se encuentran en los evangelios sinópticos, y explica el por que los evangelistas no mostraron un interés particular en las referencias generales al Espíritu, ni para acentuarlas ni para suprimirlas.
SEGUNDA PARTE
Mucho más breve, pero tanto o más interesante, la segunda parte consta solo de dos capítulos. El capítulo ocho, que trata sobre el Espíritu y la Iglesia, (Cp. 8) donde plantea y debate preguntas tan interesantes y cruciales como ¿Prometió Jesús el Espíritu Santo como ayuda a sus seguidores perseguidos? ¿O prometió (como declara Lc 21, 14 s.) que él mismo les daría ayuda? Y la conclusión, (Cp. 9) donde hace un repaso a las distintas teorías acerca de por qué hablan los sinópticos tan poco del Espíritu Santo y aporta la suya, afirmando que el pensamiento escatológico de Jesús, en la medida en que puede ser conocido, da una explicación de su silencio con respecto al Espíritu.
Se completa con amplios índices de citas bíblicas de A.T. y N.T., así como diversos índices de autores citados: judíos, griegos, latinos, cristianos clásicos y modernos.
Una obra de alto nivel académico sobre un tema sumamente interesante, pero no apta para todos los públicos. De entrada, el autor presupone que el lector cuenta con unos mínimos conocimientos del griego bíblico; y por otra parte, sus aceptación de ciertos aspectos de la crítica textual y sus constantes referencias y transcripciónes de las teorías de algunos teólogos liberales como Leisegang, Windisch, Bultmann y Flew, pueden causar perplejidad en algunos círculos evangélicos de concepciones más conservadoras. Se trata, sin embargo, de un trabajo de investigación excepcional, muy útil para profesores de seminarios e institutos, y que los pastores y estudiantes de teología no pueden perderse.
Para ello, estructura el material en dos partes. Una PRIMERA PARTE que dedica a Jesús y el Espíritu, y una SEGUNDA PARTE en la que analiza la relación entre el Espíritu y la Iglesia.
PRIMERA PARTE
Comienza, dedicando un capítulo completo (Cp. 2), a debatir la concepción de Jesús por obra el Espíritu Santo y su nacimiento virginal. Debate sobre los distintos relatos del hecho en los evangelios sinópticos, y los problemas de crítica textual, así como sus paralelos con los apócrifos y relatos del mundo helenístico. Estudia todos los casos que hablan sobre concepciones y nacimientos con rasgos de intervención divina en el A.T., y expone las principales teorías al respecto de algunos de los grandes teólogos modernos. Explica como a la luz del pensamiento judeocristiano del Siglo I, el papel desempeñado por el Espíritu Santo en los relatos de nacimiento, representa el cumplimiento de la redención prometida por Dios en un nuevo acto de creación comparable al de Gen 1.
Sigue con un análisis exhaustivo (Cp. 3) del por qué recibió Jesús el bautismo de Juan, el significado de la bajada del Espíritu, el simbolismo de la paloma y la voz divina, concluyendo que existe una estrecha conexión entre nacimiento, el bautismo y la resurrección.
Entra a continuación en el tema de la tentación en el desierto (Cp. 4), viendo los dos relatos independientes de la misma y sus fuentes, remarcando su coincidencia en el hecho de que Jesús afrontó la tentación bajo la acción del Espíritu. Cuestión en la que abunda en el capítulo siguiente (Cp. 5) donde aborda el tema de los milagros de Jesús mediante un amplio debate sobre el sentido y uso de los términos griegos, concluyendo que el poder «pneumático» de Cristo, tal como se reveló en su ministerio profético y taumatúrgico, y atribuido directamente al Espíritu de Dios, es lo que le impulsó a predicar el evangelio y a curar a los enfermos.
En el capítulo seis (Cp. 6) presenta a Jesús como profeta, analiza los paralelismos con los profetas del A.T., sus los rasgos “pneumáticos” asociados a la profecía, y se pregunta: ¿por qué actuó Jesús como un profeta inspirado por el Espíritu y se negó a ser reconocido como tal? Finalmente, (Cp. 7), hace un breve repaso crítico de los demás pasajes en los sinópticos que hacen referencia al Espíritu. Y pone punto y final a la primera parte, sintetizando los rasgos del hombre “pneumático” o espiritual, afirma que estos rasgos se encuentran en los evangelios sinópticos, y explica el por que los evangelistas no mostraron un interés particular en las referencias generales al Espíritu, ni para acentuarlas ni para suprimirlas.
SEGUNDA PARTE
Mucho más breve, pero tanto o más interesante, la segunda parte consta solo de dos capítulos. El capítulo ocho, que trata sobre el Espíritu y la Iglesia, (Cp. 8) donde plantea y debate preguntas tan interesantes y cruciales como ¿Prometió Jesús el Espíritu Santo como ayuda a sus seguidores perseguidos? ¿O prometió (como declara Lc 21, 14 s.) que él mismo les daría ayuda? Y la conclusión, (Cp. 9) donde hace un repaso a las distintas teorías acerca de por qué hablan los sinópticos tan poco del Espíritu Santo y aporta la suya, afirmando que el pensamiento escatológico de Jesús, en la medida en que puede ser conocido, da una explicación de su silencio con respecto al Espíritu.
Se completa con amplios índices de citas bíblicas de A.T. y N.T., así como diversos índices de autores citados: judíos, griegos, latinos, cristianos clásicos y modernos.
Una obra de alto nivel académico sobre un tema sumamente interesante, pero no apta para todos los públicos. De entrada, el autor presupone que el lector cuenta con unos mínimos conocimientos del griego bíblico; y por otra parte, sus aceptación de ciertos aspectos de la crítica textual y sus constantes referencias y transcripciónes de las teorías de algunos teólogos liberales como Leisegang, Windisch, Bultmann y Flew, pueden causar perplejidad en algunos círculos evangélicos de concepciones más conservadoras. Se trata, sin embargo, de un trabajo de investigación excepcional, muy útil para profesores de seminarios e institutos, y que los pastores y estudiantes de teología no pueden perderse.
ISBN | 9788419055002 |
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Acabado | Plastificado brillo |
Autor | Barrett, C. K. |
Encuadernación | Rústica fresada |
Publicacion | 31/01/2023 |
Idioma | es |
Páginas | 256 |