Consejería de la persona Restaurar desde la comunidad cristiana
El tema de la consejería y «restauración espiritual» de los creyentes que han caído es delicado y complejo. Intrínseco al ejercicio del ministerio pastoral, es de vital importancia para el sano desarrollo de toda comunidad cristiana. ¡Cuántas personas se han distanciado de la Iglesia por haberse aplicado a su problema un procedimiento equivocado, una medicina incorrecta!
El mensaje de Biblia es un mensaje restaurador. Su propósito es hacernos llegar la Buena Nueva de salvación, la historia del proceso planeado y ejecutado por Dios para restaurar a la raza humana, caída, a su estado original. Sus páginas aportan numerosos ejemplos reales de la acción constante y continuada de la misericordia divina rehabilitando a quienes, por diversas razones, se habían desviado y apartado de la senda trazada. ¿Qué posibilitó que David, en cuyos salmos nos deleitamos, fuera restaurado por el Señor y continuara reinando después de haber adulterado, mentido y asesinado a uno de sus leales súbditos? ¿Cómo pudo Pedro escribir las cartas del Nuevo Testamento que llevan su nombre después de haber negado a Jesús?
El problema surge, no obstante, cuando a la hora de aplicar estos patrones bíblicos a nuestro contexto social y cultural del siglo XXI. ¿Quién ha de ser restaurado? ¿Quién ha de restaurar? ¿Cómo ha de llevarse a cabo el proceso? ¿Qué impide la restauración eficaz?
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El autor responde a estas y otras muchas preguntas mediante una perfecta simbiosis entre la exégesis bíblica, la experiencia personal y la opinión documentada de otros expertos en el tema. Y los numerosos gráficos explicativos y aclaratorios que intercala al texto facilitan mucho la comprensión de los conceptos.
Comienza por definir, en los capítulos uno y dos, qué es la restauración espiritual. Para ello, parte de lo que semánticamente entendemos por acción de “restaurar”: recuperar, reparar, renovar una cosa deteriorada devolviéndola a su estado inicial o a la estimación que antes tenía. Este concepto lo aplica al ser humano en su dimensión moral y espiritual.
En los cuatro capítulos siguientes, tres al seis, analiza con detalle las particularidades de cada uno de los distintos agentes involucrados en el proceso de restauración, a saber:
La persona afectada y su actitud.
Dios, que en un justo equilibrio entre amor y justicia ayuda a la persona en su debilidad por medio de la acción del Espíritu Santo.
Los pastores ,cuya misión es apacentar la grey, velar por sus ovejas y salir de inmediato en busca de la extraviada.
La Comunidad Cristiana, que tiene la obligación de acogerla y colaborar en su restauración “con espíritu de mansedumbre” (Ga. 4:6), adoptando con ella las actitudes correctas y adecuadas.
Plantea a continuación (capítulo siete), los principios y fundamentales sobre los que se sustenta la restauración. Y lo hace bajo una doble perspectiva:
Los principios a tener en cuenta por la persona que ha caído: reconocer su falta, perdonarse a si misma, no culpar de ella a otros, evitar actitudes defensivas, buscar el apoyo de la familia, buscar el consejo de otros, practicar la oración y meditación buscando a Cristo como modelo.
Y los que ha de tener en cuenta la Comunidad Cristiana: evitar en juicio sin misericordia, practicar el perdón, buscar la reconciliación, integrar y aceptar, mostrarse acogedora, eliminar la murmuración y el chismorreo, y lograr que el amor fluya entre unos y otros.
En el capítulo ocho se centra en definir los objetivos o metas de la restauración: reconciliación, comunión, santidad, madurez sin paternalismos, libertad sin libertinaje, y finalmente, la gloria de Dios.
Dedica los capítulos nueve al once, a facilitar un análisis práctico del proceso de restauración mediante ejemplos diversos y casos prácticos sacados de la Escritura y aplicados al contexto actual, mostrando y evaluando con detalle cada uno de los distintos pasos a seguir.
Finaliza con una clara exposición del deber y misión universal de la Iglesia de restaurar a los heridos de todo tipo y naturaleza, no importa la clase social, ni la raza, ni el credo que se profesen, y concluye, al respecto, que toda Comunidad Cristiana que da la espalda al necesitado y abandona a su suerte al que tropieza, no practica el verdadero evangelio. Denuncia abiertamente que la Iglesia de nuestro tiempo no está a la altura de las circunstancias, y proclama que el politiqueo religioso ha de ser demolido para dejar paso a la brisa fresca de la renovación que permita recuperar la vitalidad del Espíritu.
Se completa con dos interesantes y útiles APENDICES. Uno sobre las “cualidades pastorales” indispensables para alcanzar el éxito en el proceso de restauración; y otro sobre la correcta exégesis del de 1ª Timoteo 1:20: “el tal sea entregado a Satanás”.
Estamos, pues, ante un libro dirigido de forma primordial a pastores y líderes, agentes principales en el proceso de restauración de aquellos creyentes que han caído. Pero cuya lectura, los propios pastores y líderes, deberían hacer extensible a los miembros de sus iglesias, a todos los componentes de la comunidad cristiana, cuyas actitudes, según afirma y demuestra el autor, son importantísimas y juegan un papel esencial en el éxito o fracaso final del proceso de restauración.
Comienza por definir, en los capítulos uno y dos, qué es la restauración espiritual. Para ello, parte de lo que semánticamente entendemos por acción de “restaurar”: recuperar, reparar, renovar una cosa deteriorada devolviéndola a su estado inicial o a la estimación que antes tenía. Este concepto lo aplica al ser humano en su dimensión moral y espiritual.
En los cuatro capítulos siguientes, tres al seis, analiza con detalle las particularidades de cada uno de los distintos agentes involucrados en el proceso de restauración, a saber:
La persona afectada y su actitud.
Dios, que en un justo equilibrio entre amor y justicia ayuda a la persona en su debilidad por medio de la acción del Espíritu Santo.
Los pastores ,cuya misión es apacentar la grey, velar por sus ovejas y salir de inmediato en busca de la extraviada.
La Comunidad Cristiana, que tiene la obligación de acogerla y colaborar en su restauración “con espíritu de mansedumbre” (Ga. 4:6), adoptando con ella las actitudes correctas y adecuadas.
Plantea a continuación (capítulo siete), los principios y fundamentales sobre los que se sustenta la restauración. Y lo hace bajo una doble perspectiva:
Los principios a tener en cuenta por la persona que ha caído: reconocer su falta, perdonarse a si misma, no culpar de ella a otros, evitar actitudes defensivas, buscar el apoyo de la familia, buscar el consejo de otros, practicar la oración y meditación buscando a Cristo como modelo.
Y los que ha de tener en cuenta la Comunidad Cristiana: evitar en juicio sin misericordia, practicar el perdón, buscar la reconciliación, integrar y aceptar, mostrarse acogedora, eliminar la murmuración y el chismorreo, y lograr que el amor fluya entre unos y otros.
En el capítulo ocho se centra en definir los objetivos o metas de la restauración: reconciliación, comunión, santidad, madurez sin paternalismos, libertad sin libertinaje, y finalmente, la gloria de Dios.
Dedica los capítulos nueve al once, a facilitar un análisis práctico del proceso de restauración mediante ejemplos diversos y casos prácticos sacados de la Escritura y aplicados al contexto actual, mostrando y evaluando con detalle cada uno de los distintos pasos a seguir.
Finaliza con una clara exposición del deber y misión universal de la Iglesia de restaurar a los heridos de todo tipo y naturaleza, no importa la clase social, ni la raza, ni el credo que se profesen, y concluye, al respecto, que toda Comunidad Cristiana que da la espalda al necesitado y abandona a su suerte al que tropieza, no practica el verdadero evangelio. Denuncia abiertamente que la Iglesia de nuestro tiempo no está a la altura de las circunstancias, y proclama que el politiqueo religioso ha de ser demolido para dejar paso a la brisa fresca de la renovación que permita recuperar la vitalidad del Espíritu.
Se completa con dos interesantes y útiles APENDICES. Uno sobre las “cualidades pastorales” indispensables para alcanzar el éxito en el proceso de restauración; y otro sobre la correcta exégesis del de 1ª Timoteo 1:20: “el tal sea entregado a Satanás”.
Estamos, pues, ante un libro dirigido de forma primordial a pastores y líderes, agentes principales en el proceso de restauración de aquellos creyentes que han caído. Pero cuya lectura, los propios pastores y líderes, deberían hacer extensible a los miembros de sus iglesias, a todos los componentes de la comunidad cristiana, cuyas actitudes, según afirma y demuestra el autor, son importantísimas y juegan un papel esencial en el éxito o fracaso final del proceso de restauración.
ISBN | 9788482675619 |
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Autor | Alamo Carrasco, Pedro |
Encuadernación | Rústica fresada |
Publicacion | 2011 |
Idioma | es |
Páginas | 256 |
Medidas | 14 x 21 cm |