Cantar de los Cantares

De toda la prolífica obra literaria de Watchman Nee, este es con toda probabilidad unos de los libros mejores y más apreciados por los lectores.

Se centra en comentar con detalle el libro de “El Cantar de los Cantares” un texto canónico visto originalmente por algunos de los Padres de la Iglesia primitiva, probablemente por su relación con el sexo, como un texto controversial y dudoso, aunque finalmente aceptado como «canónico» y favorito de varios “místicos” del Siglo XVI. Lo que no quieta que a Fray Luis de León (1527-1591) le costara cinco largos años de pudrirse en una mazmorra de la Inquisición y el haberlo traducido a la lengua vulgar y comentado, cosa expresa y estrictamente prohibida. Y que dio lugar a que escribiera en la pared de su celda aquella famosa estrofa que dice:

Aquí la envidia y mentira me tuvieron encerrado. ¡Dichoso el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado, y, con pobre mesa y casa, en el campo deleitoso, con sólo Dios se compasa y a solas su vida pasa, ni envidioso ni envidiado!

Y que pronunciara al ser absuelto y regresar a su cátedra en la Universidad de Salamanca aquella famosa frase de: “decíamos ayer…”

A lo largo de los siglos, la tradición cristiana ha sido la de entender el “Cantar de los Cantares” exclusivamente como una alegoría sobre Cristo como “el Esposo” y la Iglesia como “la esposa”. No fue hasta tiempos modernos que algunos eruditos se atrevieron a considerarlo meramente como un relato histórico del romance real que tuvo lugar entre el rey Salomón y una Sulamita, entendiendo que forma parte del canon de la simplemente para servir de modelo de lo que ha de ser un matrimonio feliz y honorable. La controversia entre estas dos visiones ha provocado que a nivel del pueblo llano el “Cantar de los Cantares” haya sido y siga siendo un libro oscuro y poco leído por los cristianos.

Watchman Nee rompe en cierto modo con ambas tradiciones y proyecta sobre “El Cantar de los Cantares” a una visión distinta: la descripción del idilio entre el creyente y Cristo.

Si romper con la visión alegórica, Nee analiza línea por línea las estrofas poéticas de “El Cantar de los Cantares” y va explicando cada detalle y cada palabra describiendo y delimitando encuadrándolos todo en las diversas etapas de la relación del creyente con Cristo, en un continuo ascenso que comienza en el momento mismo de la conversión, y va en aumento progresivo en el deseo de liberación del “yo” y el “mundo” hasta alcanzar la unión plena del alma con su Redentor, en la misma línea que «Las Moradas» de Teresa de Jesús (1515-1582).

De hecho, después de leer de nuevo el “Cantar de los Cantares” a la luz de este comentario de Watchman Nee, uno entiende mucho mejor el motivo de la atracción que los místicos sentían por esta porción de la Escritura y porque se convirtió en su favorita.