LA CRÍTICA EXALTA EL LIBRO DE JUAN ANTONIO MONROY, “LITERATURA Y ESPIRITUALIDAD”
LA CRÍTICA EXALTA EL LIBRO DE JUAN ANTONIO MONROY, “LITERATURA Y ESPIRITUALIDAD”
La columnista de Protestante Digital y directora de la revista “Sembradoras”, Jacqueline Alencar Polanco, exalta el libro del autor Juan Antonio Monroy, “Literatura y espiritualidad” (CLIE, 2017).
Jacqueline Alencar
La periodista señala que el último libro de Juan Antonio Monroy, “Literatura y espiritualidad” (Editorial CLIE, 2017), que cierra la trilogía iniciada en el año 2007, con el título “El sueño de la razón”, seguido de “Los intelectuales y la religión” (2012), corrobora aún más la evidente e incuestionable relación entre literatura y espiritualidad.
Jacqueline cita al propio autor para averiguar qué fin persigue al abordar este tema. Así dirá Juan Antonio Monroy:
"Lo que persigo con esta trilogía es presentar un cuadro de la literatura visto a una luz cristiana. Analizar las ideas religiosas y el mensaje espiritual que aportaron algunos de los grandes escritores de ayer y de hoy. Cada autor es estudiado según su propia perspectiva vital, sus creencias o increencias, su acercamiento a Dios o su alejamiento de Él, su aceptación de los principios cristianos o su negación de los mismos...".
La espiritualidad del hombre, en su búsqueda incesante, se mueve dentro de los límites de Dios, el Creador. Pero también el escritor es hasta cierto punto creador-escritor en su búsqueda de la verdad, y se niega a aceptar que todo acabe convirtiéndose en polvo, intuyendo así lo trascedente. Todos los intelectuales que estudia Monroy se plantean de una u otra manera las preguntas existenciales. Añadimos que ello es porque Dios ha puesto eternidad en el corazón de los seres humanos (Eclesiastés 3:11). De ahí esa intuición de lo trascendente.
Portada del libro Literatura y espiritualidad (CLIE, 2017)- Para más información haga click sobre la imagen
Jacqueline encuentra altamente gratificante acercarse al libro y leer sobre la entrañable Gabriela Mistral (Vicuña, Chile, 1889 - Nueva York, 1957), poetisa de América como la llamaron, premio Nobel, pero ante todo, la que sintió como un fuego ardiente metido en sus huesos su amor por la Palabra y expresarla a los otros en forma de verso. Citando a biógrafos de la chilena recuerda que: "La grandiosa veta creadora de la lírica de Gabriela Mistral fue el amor a Dios que destilan sus versos". La periodista reconoce que Monroy no oculta las áreas oscuras de Mistral, ni de los demás escritores que estudiará.
Alencar destaca la presencia de Dios en la vida de Gabriela Mistral que queda demostrada “en su preocupación por temas como la defensa de los indígenas, los niños, la mujer en América Latina, la búsqueda de una justicia social... La necesidad de la educación como elemento esencial para otorgar dignidad y bienestar”. La periodista reconoce que Monroy sabe cómo adentrarse en lo más profundo del alma de los autores que estudia, para encontrar puntos en común que tienen los que aman a Dios.
La periodista señala también:
‘De México también es otra de las protagonistas del libro, citada en el Capítulo II. Se trata de Enriqueta Ochoa (Torreón, Coahuila, 1928 - Ciudad de México, 2008), a quien llama 'Poetisa de extremo a extremo' […] Leyendo también percibimos una cercanía con Monroy por los afectos a Marruecos, tierra donde nació y vivió hasta los veinticuatro años. Ochoa dedica a Marruecos un capítulo de su libro El desierto a tu lado. Y también tiene dedicado un poema a Tánger en su libro Bajo el oro pequeño de los trigos. Señala el autor que "Ochoa era mujer religiosa, pero poco practicante". Y añade: "En cambio su fe en Dios estaba cimentada en pilares de mármol". De nuevo recurro a la que fue su amiga y presentadora de su obra, Esther Hernández. Dice esta escritora que "en un mundo en el que Dios ha muerto, incinerado en el pensamiento filosófico, la voz poética de Ochoa lo revive en su propio interior". […]En este viaje por los recovecos de la espiritualidad de estos grandes escritores, la escala en México continúa con dos capítulos más dedicados a otros dos grandes de las letras, como Octavio Paz (México D.F., 1914 - México 1998) y Carlos Fuentes (Panamá, 1928 - México D.F. 2012). De Paz dice que "fue poeta, escritor y ensayista, considerado como uno de los más grandes escritores del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos...”. Y recuerda que en 1937 Paz viaja a España, durante la Guerra Civil, donde se relaciona con los principales escritores de la época y se solidariza con el pueblo español. […] Paz llegó a definir el cristianismo como "la historia de la salvación por amor". Octavio Paz se encontraba, según señala el autor, en la línea de los poetas y pensadores de la Generación del 98, como Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Pío Baroja, Ramón María del Valle Inclán, entre otros, y la del 27, en la que figuran algunos como Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti o Federico García Lorca’.
La periodista no puede ocultar su fascinación por la obra de Monroy, por ejemplo cuando declama:
‘Interesante se torna el ensayo de Monroy cuando, mientras va desgranando a los distintos autores y sus obras, aprovecha para ir respondiendo a preguntas como ¿qué es la poesía?, o nos relata algunos momentos de la historia de los países mencionados, retratando la sociedad de una determinada época, de la que han brotado los escritores por él elegidos. Percibimos que el autor, al nombrar a estos intelectuales, nos invita a leerlos si todavía no lo hemos hecho, o a releerlos para bucear más profundamente en su sentir literario y sobre todo, hurgar en su espíritu, más aún si pensamos opinar sobre ellos con autoridad. […] Capítulo a capítulo el autor nos llama a leer detenidamente lo que es el meollo del libro, que son las creencias o increencias de sus elegidos. Pienso que este es un aspecto de gran relevancia en el trabajo realizado. Se trata de romper con los tabúes acerca de la espiritualidad de los intelectuales, a los que seguimos, a través de los siglos, calificándolos de ateos sin excepciones, sin adentrarnos en lo profundo de su ser y de su obra, o sea, sin leerlos.
Al leer las páginas tejidas por Monroy vamos descubriendo a nuevos personajes preponderantes de nuestra historia antigua y de la más reciente. A algunos los desconocía, por eso es tan importante leer, pues la mente se va ensanchando, vamos viéndolo todo con 'ojos nuevos'. Aquí hay mucha historia y mucha creatividad. Y mucha verdad. El autor nos hace seguir por ese hilo conductor que hay entre todos los personajes elegidos por él, y que no ha sido por azar: el amor, Dios, la muerte, la vida, la justicia...’
Monroy nos hará viajar incluso a través de obras maestras, como Don Juan Tenorio (de Zorrilla), La Divina comedia (de Dante), Historia de Cristo (de Papini). Por ello continúa la periodista:
‘Monroy elabora unos interesantes preámbulos ofreciéndonos datos biográficos, situándonos en el contexto en el que se escribió y desarrolló la obra. Por ejemplo, nos habla acerca de los orígenes de la leyenda de D. Juan Tenorio; que la obra de Zorrilla fue escrita en apenas 21 días, y hoy, cada noviembre cobra vigencia en las carteleras teatrales. Pero va más lejos, nos hace ahondar en las profundidades de la misma, con amplias citas, trayendo a la superficie el mensaje de amor y salvación que el poeta lírico vallisoletano quiso legarnos. Zorrilla y Dante nos hablan del amor y la misericordia de Dios. Dice Monroy: "Si el amor de doña Inés salvó a Don Juan al pie de la sepultura, el amor de Beatriz fue la salvación de Dante". "El fin práctico al que Dante tiende en este viaje es el conocimiento de Dios como bien supremo, un Dios soberanamente personal y trascendente". […]
De Giovanni Papini (Florencia, Italia, 1881-1956) la periodista se fija en que Monroy revela a un Papini irreverente con Dios pero que, de pronto, empieza a incluirlo como eje central de su escritura. El cambio es tan radical que es fácil que nos recuerde a Pablo de Tarso.
‘Interesante fue leer que Papini, a lo largo de medio siglo, "trabajó febrilmente; fundó revistas, escribió en periódicos, fue corresponsal de diarios franceses en Italia, envió artículos a periódicos y agencias de Estados Unidos y de otros países". Cuánta similitud con la intensa actividad llevada a cabo por el autor del libro que comentamos, incrementada con el paso de los años, y con una pasión desbordante en el ejercicio de su ministerio pastoral y evangelístico.’
De Alberto Camus, dirá Monroy que era un humanista tras las huellas de Dios, lo cual sorprende a la periodista nuevamente:
‘Alberto Camus (Dréan, Argelia, 1913 - Villeblevin, Francia, 1960), el narrador y filósofo francés nacido en Argelia. Camus, el Premio Nobel que "fue un filósofo encuadrado en la corriente existencialista, como se percibe en dos de sus obras: El extranjero y el Mito de Sísifo". Pero añade Monroy que Camus no creía en el existencialismo que significa la fuga constante de lo divino, y que hay que tener en cuenta el contexto histórico en el que vivió el filósofo, que era el de una Europa devastada por la guerra. Por eso se entiende su obsesión por el problema del mal en el mundo. Interesante este capítulo en el que Monroy también nos adentra en el significado del existencialismo, el humanismo, en las diferencias entre el existencialismo ateo de Sartre y el existencialismo de Camus’.
La periodista Jacqueline Alencar conmina a los lectores de la siguiente manera:
‘Dejo al posible lector de este libro que hoy presentamos, que lo lea y extraiga sus propias conclusiones con honestidad. […] Animo a los lectores a buscar y leer el libro de Monroy, de modo que conozcan más de éste y de los demás autores considerados en esta obra, y quizás se lleven una grata sorpresa y descubran rasgos que los acerquen a ellos. "Ser anticlerical no significa ser ateo", afirma Monroy.
Queda claro. Concluyo mi modesto comentario acerca de este magnífico aporte de Juan A. Monroy, quien nos lleva a una relectura con 'ojos nuevos'.’
Jaqueline termina su sabroso artículo con unas notas biográficas y bibliográficas sobre el polifacético Juan A. Monroy que de por sí dejan claro que su erudición y amor a Dios y a su Iglesia han sido y son un referente inmenso.
El que suscribe guarda recuerdos de su niñez, cuando gustaba de tomar anotaciones de las predicaciones que escuchaba de diferentes pastores en la ciudad de Terrassa (Barcelona). Y recuerda escuchar varias veces al propio Monroy. Pocos lograban abrir la Palabra de Dios y a la par desplegar de par en par las ventanas de las buenas ilustraciones que arrojaban luz a raudales sobre los mensajes.
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Soli Deo gloria
BGA