Zwemer, Samuel Marinus
Nació cerca de Vriesland (Michigan, EE.UU.), donde su padre era pastor de la Iglesia Reformada. Estudió en el Hope College de Michigan (1887) y en el Theological Seminary de New Brunswick (Nueva Jersey, 1890). Inspirado por Robert P. Wilder decidió unirse al Movimiento de Estudiantes Voluntarios para ser misionero entre los musulmanes. Con otro estudiante, James Cantine, organizó la Misión Arabe, que llegaría a ser integrada en la obra misionera de la Iglesia Reformada de América.
Zwemer y Cantine zarparon rumbo a Arabia en 1891. Luego de una ligera exploración del terreno decidieron radicarse en Basora, al norte de Arabia, frente al golfo de Persia, entonces bajo el dominio turco, y actualmente una ciudad importante de la República de Irak. Allí estudiaron árabe e hicieron todo lo posible por establecer misiones cristianas, conforme otros misioneros se les iban uniendo.
En Bagdad (Irak), conoció a su futura esposa, una enfermera venida de Australia con la Misión Episcopal.
Al cabo de unos años se trasladó al Cairo (Egipto), por ser el centro intelectual del Islam. En esa ciudad estableció la base de su obra entre los musulmanes, no sólo en Oriente Próximo sino en todo el mundo. Allí pasó 17 años, escribió varios libros, dio conferencias y editó la revista El Mundo Musulmán, que tuvo 35 años de existencia. Desde el Cairo viajó a América, Europa, India, China, Indonesia y Africa, organizando conferencias y animando a los cristianos a evangelizar a los musulmanes.
De El Cairo pasó directamente al Seminario Teológico de Princeton, como profesor de Misiones e Historia de la Religión.
Fue, normalmente, uno de sus principales oradores invitados por el Student Volunteer Movement (SVM) de Estados Unidos para sus grandes convenciones misioneras, celebradas cada cuatro años. Nadie puede calcular la tremenda influencia que ejerció en la vida de miles de estudiantes que le escuchaban.
“Desde los días de Raimundo Lulio —escribe John Mackay (v.)— ningún otro misionero cristiano se ha tomado más en serio y de corazón el mundo musulmán que Samuel M. Zwemer”.
Escribió unos cincuenta libros y en todo momento buscó que más y más cristianos se entregaran a la difícil tarea de llevar el Evangelio de Jesucristo a los musulmanes. “Tu, Señor —decía señalando un mapa del mundo islámico— eres todo lo que quiero; y tú, oh Señor, eres todo lo que ellos quieren. Lo que tu puedes hacer por un solo hombre, lo puedes hacer por todos”.
“La fuerza del Islam consiste en estar quieto, en prohibir pensar, en amordazar a los reformistas, en abominar el progreso... El amor, y solo el amor, vencerá. Pero ha de ser un amor abnegado y que lo consuma todo y un amor que sea fiel hasta la muerte” (Raimundo Lulio, p. 116).
Obrero infatigable, murió de un ataque al corazón el 2 de abril de 1952, luego de una conferencia para los estudiantes de InterVarsity Christian Fellowship.
En la actualidad existe el Instituto Samuel Zwemer de Pasadena (California), dedicado a continuar la labor de este “apóstol de los musulmanes”.
Zwemer y Cantine zarparon rumbo a Arabia en 1891. Luego de una ligera exploración del terreno decidieron radicarse en Basora, al norte de Arabia, frente al golfo de Persia, entonces bajo el dominio turco, y actualmente una ciudad importante de la República de Irak. Allí estudiaron árabe e hicieron todo lo posible por establecer misiones cristianas, conforme otros misioneros se les iban uniendo.
En Bagdad (Irak), conoció a su futura esposa, una enfermera venida de Australia con la Misión Episcopal.
Al cabo de unos años se trasladó al Cairo (Egipto), por ser el centro intelectual del Islam. En esa ciudad estableció la base de su obra entre los musulmanes, no sólo en Oriente Próximo sino en todo el mundo. Allí pasó 17 años, escribió varios libros, dio conferencias y editó la revista El Mundo Musulmán, que tuvo 35 años de existencia. Desde el Cairo viajó a América, Europa, India, China, Indonesia y Africa, organizando conferencias y animando a los cristianos a evangelizar a los musulmanes.
De El Cairo pasó directamente al Seminario Teológico de Princeton, como profesor de Misiones e Historia de la Religión.
Fue, normalmente, uno de sus principales oradores invitados por el Student Volunteer Movement (SVM) de Estados Unidos para sus grandes convenciones misioneras, celebradas cada cuatro años. Nadie puede calcular la tremenda influencia que ejerció en la vida de miles de estudiantes que le escuchaban.
“Desde los días de Raimundo Lulio —escribe John Mackay (v.)— ningún otro misionero cristiano se ha tomado más en serio y de corazón el mundo musulmán que Samuel M. Zwemer”.
Escribió unos cincuenta libros y en todo momento buscó que más y más cristianos se entregaran a la difícil tarea de llevar el Evangelio de Jesucristo a los musulmanes. “Tu, Señor —decía señalando un mapa del mundo islámico— eres todo lo que quiero; y tú, oh Señor, eres todo lo que ellos quieren. Lo que tu puedes hacer por un solo hombre, lo puedes hacer por todos”.
“La fuerza del Islam consiste en estar quieto, en prohibir pensar, en amordazar a los reformistas, en abominar el progreso... El amor, y solo el amor, vencerá. Pero ha de ser un amor abnegado y que lo consuma todo y un amor que sea fiel hasta la muerte” (Raimundo Lulio, p. 116).
Obrero infatigable, murió de un ataque al corazón el 2 de abril de 1952, luego de una conferencia para los estudiantes de InterVarsity Christian Fellowship.
En la actualidad existe el Instituto Samuel Zwemer de Pasadena (California), dedicado a continuar la labor de este “apóstol de los musulmanes”.