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Watson, David Christopher Knight

Watson, David Christopher Knight
Predicador inglés, nacido en una familia miembro de la Iglesia de la Ciencia Cristiana, creció con bastante cinismo respecto a la fe. Sin embargo, mientras estudiaba en la Universidad de Cambridge su conversión a Cristo tuvo lugar gracias al testimonio de un joven ministro anglicano, llamado John Collins.

Celoso de dar a conocer su nueve fe, entró en el ministerio de la Iglesia Anglicana, siendo ordenado por el obispo David Shepard. Durante tres años ministró en la Iglesia de San Marcos de Gillingham y durante otros tres en la notable Iglesia Redonda de Cambridge.

Buscando profundizar su vida espiritual comenzó a estudiar la historia de los avivamientos y las obras de Martyn Lloyd-Jones (v.) sobre el sello del Espíritu. En 1963 tuvo una experiencia de llenura del Espíritu que transformó su vida por completo. No habló en lenguas, entonces, pero sí fue iniciado a una nueva realidad. “No hay nada que más contriste el Espíritu que la enseñanza que identifica el bautismo en el Espíritu Santo con la regeneración” (You are my God, p. 57).

Admirablemente aceptó el pastorado de una iglesia a punto de ser cerrada, St. Cuthbert en York, con unos cuantos ancianos y él mismo padeciendo mucho de asma, y la convirtió en un centro de evangelismo, de modo que tuvieron que ocupar una mayor, St. Michael-le-Belfrey, con unas 700 personas. Animado por su esposa Anne, introdujo en la adoración y el evangelismo el uso del drama y de la danza.

Reconocido por sus grandes dotes evangelísticas, participó en unas 60 campañas universitarias y en otro buen número de reuniones en varias partes del mundo, que agotaron su buena poca salud.

Siempre buscó influenciar en los demás para que usaran sus propios dones en evangelización, en especial los artistas.

Hombre de oración y de amplias simpatías ecuménicas, se esforzó en buscar la unión de todas las iglesias, convencido de la acción del Espíritu Santo en esa dirección. Como evangelista su fuerza residía en un “así dice el Señor”, conforme a la Escritura y la comunión del Espíritu.

Aquejado por diversas enfermedades, como el asma, murió de cáncer, pese a las intercesiones en oraciones de sus amigos Morris Maddocks y John Wimber, y su propia fe personal en la sanidad divina.

Su visión del cristianismo se halla resumida en esta frase de su autobiografía: “El Evangelio cristiano no se refiere a superestrellas. Más bien se trata de la gracia extraordinaria de Dios, a pesar de todas las faltas y fallos humanos ordinarios”.

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