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Allen, Roland

Allen, Roland
N. el 29 de diciembre de 1868 en Bristol (Inglaterra). Su padre era pastor anglicano, murió cuando A. era joven.

Estudió en el St. John’s College de Oxford, donde apreció mucho las enseñanzas de F.E. Brightman, gran liturgista de Pusey House. Después ingresó en Leeds Clergy Training School.

En 1892 solicitó ingresar en la Sociedad para la Propagación del Evangelio (SPG). En 1895 fue admitido y enviado con la Misión al Norte de China. Allí ocupó el cargo de profesor en una pequeña escuela de Peking, dedicada a la preparación de creyentes nativos para el ministerio. Mientras estudiaba el idioma chino ministró como capellán de la Delegación Británica. En 1900 fue testigo de la rebelión de los boxers.

De regreso a Inglaterra conoció a Mary Breatice Tarlton, hija de un almirante y enstusiasta de la obra de la SPG. Contrajeron matrimonio, de cuya unión sólo tuvieron un hijo.

En 1902 regresó al norte de China como pastor rural en Yungching. A los pocos meses se vio obligado a regresar a su casa por motivos de salud.

Durante tres años ocupó el cargo de pastor en Chalfort St. Peter, Buckinghamshire. En 1907 renunció a él por motivos de conciencia, al verse obligado a bautizar a todo infante que le trajeran, sin consideración a la fe o falta de ella de los padres. A. creía incorrecto administrar los sacramentos a quienes no daban muestras de fe.

En 1912 entró en contacto con el congregacionalista Sidney J.W. Clark, quien le contrató para World Dominion Press (Editorial Dominio Mundial), que publicó varios de sus libros.

En 1932 se trasladó a Kenya (Africa), para estar cerca de su hijo que trabajaba en Tanganika. A. aprendió Swahili, idioma al que tradujo varias obras inglesas. Murió en Nairobi el 9 de junio de 1947.

Las ideas de A. respecto a las misiones, su estrategia y misión, estaban muy por encima de su tiempo, por lo cual difícilmente fue comprendido. Se puede decir que fue un teólogo profético. Su tesis principal es que el objetivo principal de la obra misionera es la fundación de iglesias locales, que se mantengan a sí mismas y a la vez se reproduzcan, tal como era la estrategia del apóstol Pablo. El tan hoy reconocido principio de la importancia de los laicos en la evangelización mundial fue desarrollado por él.

La tarea de los líderes de la Iglesia, es según A., ayudar a discernir la obra del Espíritu y someterse ellos mismos a su dirección especial. Cada creyente debe buscar sus dones y ponerlos al servicio de la comunidad y de la misión. No es extraño, pues, que, aunque anglo-católico, sea reclamado por algunos pentecostales como uno de los suyos.

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