Ranher, Karl
Teólogo católico, nació en Friburgo (Alemania), entró en la Compañía de Jesús en 1922 y fue ordenado sacerdote en 1932. En 1934 comenzó a estudiar filosofía con M. Heidegger, que era entonces profesor de filosofía en Friburgo. Enseñó en la Facultad de teología de Innsbruck, hasta que los nazis la cerraron. Durante la Segunda Guerra Mundial ejerció en Viena y otros lugares. En 1964 fue a Munich como profesor de filosofía y en 1967, a Münster como profesor de teología. Allí acabó su labor universitaria en 1971, retirándose a Munich para proseguir su actividad literaria.
Amante de la unidad cristiana, sus opiniones contaron mucho durante el Concilio Vaticano II. Durante un tiempo estuvo sometido a silencio, prohibiendo sus escritos, pero muchos le consideran el teólogo más grande desde los días de Tomás de Aquino.
La filosofía de Rahner es una especie de tomismo transcendental donde el pensamiento del Aquinate se combina con elementos de Kant, Hegel, Heidegger y, especialmente, de J. Maréchal (1878-1944). Su método transcendental y antropológico no es fácil de definir, viene a decir que en toda experiencia humana hay una experiencia pre-reflexiva de Dios, por la cual la naturaleza humana se transciende a sí misma. Sobre esta base hay que reinterpretar los dogmas de la Iglesia, de forma que no sean formulaciones fosilizadas en el lenguaje del pasado, sino portadoras de un significado existencial en términos de la experiencia humana con sus modernos condicionamientos. Esto tiene importantes consecuencias a tres niveles.
(1) A nivel gnoseológico, todo acto del conocimiento humano es predicado sobre un conocimiento implícito del ser, tan pronto como el hombre se interroga a sí mismo sobre la base misma de su existencia. Esto lleva a la conclusión de que el ser, en su extensión universal y, por tanto, también el Ser absoluto de Dios, está tras todo conocimiento humano. De esta forma, la persona humana, por la naturaleza misma de su intelecto, está abierta al conocimiento de Dios.
(2) Esta apertura del intelecto humano al conocimiento de Dios se convierte en el centro del humano existir a nivel específicamente antropológico, puesto que Dios ha implantado en la naturaleza humana lo que Rahner llama "el existencial sobrenatural", es decir, la potencia obediencial para recibir la gracia, de forma que la pérdida de la gracia por el pecado de Adán fue como un desgarro en el "existencial sobrenatural" del hombre. Este desgarro ha sido curado por la obra de la redención en el Calvario, la cual, al ser universal en su extensión, extiende también su ámbito para incluir a los miembros de otras religiones y, en último término, también a los ateo.
(3) A nivel cristológico, Rahner considera a Cristo como el único ser en el que la mencionada potencia obediencial de la naturaleza humana llega a su total cumplimiento: la naturaleza humana de Cristo está intrínsecamente abierta, según Rahner, a la recepción de la naturaleza divina y, por tanto, se sitúa en el pináculo de la evolución humana.
Pese a su alto nivel intelectual, la teología de Rahner es próxima de la mística, impregnada de espiritualidad. Pocos días antes de morir dijo: “¿Es consciente el cristiano y el teólogo de que todo nuestro saber sobre Dios está penetrado por un profundo no saber sobre Dios y que por eso nuestro hablar sobre Él debe estar acompañado o determinado por un fundamental escuchar y callar?”.
Rahner ha dejado como herencia una concepción unitaria de lo real y de la relación Dios-mundo-humanidad. Su teología ha contribuido decisivamente a eliminar la famosa teoría de los dos pisos 8el natural y el sobrenatural) que estaba tan extendida antes. Siguiendo los pasos de H. Lubac, consiguió superar ese peligroso dualismo mostrando sobre todo cómo la gracia de la autocomunicación divina penetra en la conciencia del hombre y es experimentada, si bien de modo mediato, elusivamente.
La unidad de la acción trinitaria se proyecta en todos los tiempos y en todos los espacios. Así queda unificada la humanidad, la persona humana y toda la creación.
Antonio Vargas-Machuca, ed., Teología y mundo contemporáneo. Homenaje a K. Rahner (UPC, Madrid 1975); H. Vorgrimler, Vida y obra de Karl Rahner (Madrid 1965); D.L. Gelpi, Iniciación a la teología de Karl Rahner (Sal Terrae, Santander 1967)
Amante de la unidad cristiana, sus opiniones contaron mucho durante el Concilio Vaticano II. Durante un tiempo estuvo sometido a silencio, prohibiendo sus escritos, pero muchos le consideran el teólogo más grande desde los días de Tomás de Aquino.
La filosofía de Rahner es una especie de tomismo transcendental donde el pensamiento del Aquinate se combina con elementos de Kant, Hegel, Heidegger y, especialmente, de J. Maréchal (1878-1944). Su método transcendental y antropológico no es fácil de definir, viene a decir que en toda experiencia humana hay una experiencia pre-reflexiva de Dios, por la cual la naturaleza humana se transciende a sí misma. Sobre esta base hay que reinterpretar los dogmas de la Iglesia, de forma que no sean formulaciones fosilizadas en el lenguaje del pasado, sino portadoras de un significado existencial en términos de la experiencia humana con sus modernos condicionamientos. Esto tiene importantes consecuencias a tres niveles.
(1) A nivel gnoseológico, todo acto del conocimiento humano es predicado sobre un conocimiento implícito del ser, tan pronto como el hombre se interroga a sí mismo sobre la base misma de su existencia. Esto lleva a la conclusión de que el ser, en su extensión universal y, por tanto, también el Ser absoluto de Dios, está tras todo conocimiento humano. De esta forma, la persona humana, por la naturaleza misma de su intelecto, está abierta al conocimiento de Dios.
(2) Esta apertura del intelecto humano al conocimiento de Dios se convierte en el centro del humano existir a nivel específicamente antropológico, puesto que Dios ha implantado en la naturaleza humana lo que Rahner llama "el existencial sobrenatural", es decir, la potencia obediencial para recibir la gracia, de forma que la pérdida de la gracia por el pecado de Adán fue como un desgarro en el "existencial sobrenatural" del hombre. Este desgarro ha sido curado por la obra de la redención en el Calvario, la cual, al ser universal en su extensión, extiende también su ámbito para incluir a los miembros de otras religiones y, en último término, también a los ateo.
(3) A nivel cristológico, Rahner considera a Cristo como el único ser en el que la mencionada potencia obediencial de la naturaleza humana llega a su total cumplimiento: la naturaleza humana de Cristo está intrínsecamente abierta, según Rahner, a la recepción de la naturaleza divina y, por tanto, se sitúa en el pináculo de la evolución humana.
Pese a su alto nivel intelectual, la teología de Rahner es próxima de la mística, impregnada de espiritualidad. Pocos días antes de morir dijo: “¿Es consciente el cristiano y el teólogo de que todo nuestro saber sobre Dios está penetrado por un profundo no saber sobre Dios y que por eso nuestro hablar sobre Él debe estar acompañado o determinado por un fundamental escuchar y callar?”.
Rahner ha dejado como herencia una concepción unitaria de lo real y de la relación Dios-mundo-humanidad. Su teología ha contribuido decisivamente a eliminar la famosa teoría de los dos pisos 8el natural y el sobrenatural) que estaba tan extendida antes. Siguiendo los pasos de H. Lubac, consiguió superar ese peligroso dualismo mostrando sobre todo cómo la gracia de la autocomunicación divina penetra en la conciencia del hombre y es experimentada, si bien de modo mediato, elusivamente.
La unidad de la acción trinitaria se proyecta en todos los tiempos y en todos los espacios. Así queda unificada la humanidad, la persona humana y toda la creación.
Antonio Vargas-Machuca, ed., Teología y mundo contemporáneo. Homenaje a K. Rahner (UPC, Madrid 1975); H. Vorgrimler, Vida y obra de Karl Rahner (Madrid 1965); D.L. Gelpi, Iniciación a la teología de Karl Rahner (Sal Terrae, Santander 1967)