Perkins, John
Nació en New Hebron (Missisippi, EE.UU.). Vivió una infancia dramática en el humilde hogar de su abuela paterna, en una plantación del sur (su hermano mayor será asesinado por un policía). Su conversión al Evangelio ocurrió a los 27 años de edad en California, después de haber participado activamente en el movimiento de los derechos civiles. No tardará en descubrir las contradicciones del evangelicalismo norteamericano, que permitía que un fundamentalista como el Presidente J. Carter cantara en las iglesias: “Venceremos”, mientras en su propia congregación no se admitían negros.
Al mismo tiempo percibió el humanismo que rodeaba el “sueño” de Martín Lutero King (v.), al que tanto deben todavía personajes como Jesse Jackson. Sin embargo, el “sueño” de Perkins es mayor que el “sueño norteamericano” de King, ya que es un “sueño arraigado en el Evangelio mismo de Jesucristo” (Justicia, p. 48). Consciente de que el movimiento por los derechos civiles estaba atrayendo la lealtad de miles de jóvenes que amaban la palabra libertad, pero que, en el mejor de los casos, apenas tenían una fe superficial en Jesucristo, más interesados por el movimiento que por el Evangelio, regresó a su ciudad natal con el propósito de trabajar para la comunidad negra como pastor y predicador cristiano.
Su ministerio no se mide por la cantidad de manos levantadas o de almas que se han salvado en un día, sino por la fidelidad al llamado de Dios, que “nunca nos llama a realizar algo que podemos hacer con nuestros propias fuerzas, sino que siempre nos llama a situaciones que superan nuestras posibilidades” (Id., p. 44). Basado en el ejemplo de la samaritana entiende que el Evangelio tiene que reubicar a la gente (integrarla en la comunidad); reconciliarla con Dios y entre sí; y redistribuir entre los que sufren y padecen necesidad, porque Dios es el que primero comparte sus bienes con nosotros.
Aprendiendo por medio de la experiencia y la dura realidad de una injusticia y violencia difícil de erradicar, cada día ha ido ahondando más en el aspecto reconciliador del cristianismo. Durante un tiempo colaboró con el Seminario Teológico Reformado de Jackson (Mississipi, 1970). Más tarde, unido a varios pastores presbiterianos organiza un programa comunitario, con guarderías, centros de educación de adultos, granjas cooperativas, centros de salud, talleres mecánicos, hostales para familias sin vivienda y un centro internacional dirigido hacia el Tercer Mundo.
Charles Colson (v.), le considera un profeta, un creyente que nos invita a fijar nuestra mirada en Cristo: “Un cambio efectivo y profundo en los Estados Unidos hoy se logrará sólo por medio del liderazgo de creyentes que comparten el amor reconciliador de Jesucristo y el poder de su Evangelio para responder a todo el espectro de necesidades morales, físicas, espirituales y emocionales de hombres y mujeres.”
JOSE DE SEGOVIA
Al mismo tiempo percibió el humanismo que rodeaba el “sueño” de Martín Lutero King (v.), al que tanto deben todavía personajes como Jesse Jackson. Sin embargo, el “sueño” de Perkins es mayor que el “sueño norteamericano” de King, ya que es un “sueño arraigado en el Evangelio mismo de Jesucristo” (Justicia, p. 48). Consciente de que el movimiento por los derechos civiles estaba atrayendo la lealtad de miles de jóvenes que amaban la palabra libertad, pero que, en el mejor de los casos, apenas tenían una fe superficial en Jesucristo, más interesados por el movimiento que por el Evangelio, regresó a su ciudad natal con el propósito de trabajar para la comunidad negra como pastor y predicador cristiano.
Su ministerio no se mide por la cantidad de manos levantadas o de almas que se han salvado en un día, sino por la fidelidad al llamado de Dios, que “nunca nos llama a realizar algo que podemos hacer con nuestros propias fuerzas, sino que siempre nos llama a situaciones que superan nuestras posibilidades” (Id., p. 44). Basado en el ejemplo de la samaritana entiende que el Evangelio tiene que reubicar a la gente (integrarla en la comunidad); reconciliarla con Dios y entre sí; y redistribuir entre los que sufren y padecen necesidad, porque Dios es el que primero comparte sus bienes con nosotros.
Aprendiendo por medio de la experiencia y la dura realidad de una injusticia y violencia difícil de erradicar, cada día ha ido ahondando más en el aspecto reconciliador del cristianismo. Durante un tiempo colaboró con el Seminario Teológico Reformado de Jackson (Mississipi, 1970). Más tarde, unido a varios pastores presbiterianos organiza un programa comunitario, con guarderías, centros de educación de adultos, granjas cooperativas, centros de salud, talleres mecánicos, hostales para familias sin vivienda y un centro internacional dirigido hacia el Tercer Mundo.
Charles Colson (v.), le considera un profeta, un creyente que nos invita a fijar nuestra mirada en Cristo: “Un cambio efectivo y profundo en los Estados Unidos hoy se logrará sólo por medio del liderazgo de creyentes que comparten el amor reconciliador de Jesucristo y el poder de su Evangelio para responder a todo el espectro de necesidades morales, físicas, espirituales y emocionales de hombres y mujeres.”
JOSE DE SEGOVIA