Ireneo De Lyon
El teólogo más importante de su siglo, nacido entre el 126 y 136 d. C. en Asia Menor, probablemente en Esmirna, a juzgar por su familiaridad con Policarpo, obispo y mártir de la ciudad, cuya huella es perceptible en su obra. De amplia cultura, su manera de argumentar refleja una formación humanística bastante completa.
Desconocemos el motivo o la razón de su traslado a las Galias (Francia), pero sabemos que existían fuertes lazos entre la Iglesia misionera de Galia y la Iglesia madre de Asia Menor. De hecho, Atalo, oriundo de la vecina Pérgamo, era considerado una "columna" de la iglesia lionesa. Muerto el anciano obispo durante una persecución, Ireneo, presbítero por entonces, fue elegido para ocupar el puesto del obispo mártir.
Bajo su episcopado se multiplicaron las comunidades cristianas que comienzan en esa época a franquear los límites de la región de Narbona, sobre todo en dirección al nordeste, hacia el Rin. Más que por este celo en la conversión de los paganos, Ireneo es conocido por su confrontación con los herejes, fruto de la cual es su gran obra contra las herejías.
No hay que formarse una idea equivocada de su carácter a juzgar por el título de la obra que ha pervivido hasta nosotros. Ireneo, como su nombre indica, era "hombre de paz" o "pacificador"; en todo momento se esforzó en mantener la paz de la Iglesia universal. Conocemos su papel pacificador en la controversia sobre la fecha de la Pascua por la carta al obispo de Roma Víctor I (189-198), donde le advierte que no rompa con facilidad la unión, ya que Víctor había creído que algunos obispos de Asia y Oriente, que celebraban la Pascua con los judíos, el día catorce de la luna, habían de ser condenados" (Jerónimo, De Viris Illustribus, 35).
Gregorio de Tours cuenta que fue martirizado bajo el reinado de Septimio Severo en el año 202 o 203, pero no es del todo seguro, ya que no dicen nada al respecto Tertuliano, Hipólito, Eusebio, Efrén, Epifanio, Agustín ni Teodoreto.
Su obra más conocida, Contra las herejías, que en griego llevada el título de Desenmascaramiento y refutación de la falsa gnosis y en latín Adversus Haereses, fue escrita hacia el año 180, en un largo proceso de documentación y estudio le llevó varios años. Esta obra aparece dividida en cinco libros o capítulos, como diríamos hoy. En el primero Ireneo presenta los diversos sistemas gnósticos, deteniéndose en los valentinianos y trazando su origen hasta Simón Mago, padre de todos los herejes. En el segundo refuta con argumentos tomados de la razón y de la misma lógica gnóstica las tesis de los seguidores de Valentín y Marción. En el tercero muestra la verdad y unidad de la predicación de la Iglesia sobre Dios y Cristo. En el cuarto afirma detalladamente la unidad radical de los dos testamentos o alianzas productos de un mismo Dios. Por último, el quinto se centra en la enseñanza paulina sobre la resurrección de la carne, para terminar con una visión mileniarista del Reino eterno, que recapitula todas las cosas creadas: al hombre con Dios y con el mundo, con su carne y con su tierra, tomando así la anakephaloisis paulina de Ef. 1:10, que será también el eje sobre el que gire el sistema teológico de Orígenes.
Otra obra que ha llegado hasta nosotros es Epídeixis o Demostración de la enseñanza apostólica, que es una versión breve no polémica, sino apologética de la teología de Ireneo, dirigida a un tal Marciano. En una primera parte comienza con una teología de la historia de la salvación, Dios y la creación (4-16), seguida por el pecado del hombre y la misericordia divina (17-30) y la obra redentora de Cristo (31-42). La segunda parte muestra la verdad de la historia de la salvación según las Sagradas Escrituras, la preexistencia y la encarnación del Hijo de Dios (43-51), el cumplimiento de las profecías sobre Jesús (52-84) y el cristianismo como cumplimientos de las profecías mesiánicas (85-97). Concluye con una exhortación pastoral a vivir la fe y oponerse a la herejía (98-100).
Desconocemos el motivo o la razón de su traslado a las Galias (Francia), pero sabemos que existían fuertes lazos entre la Iglesia misionera de Galia y la Iglesia madre de Asia Menor. De hecho, Atalo, oriundo de la vecina Pérgamo, era considerado una "columna" de la iglesia lionesa. Muerto el anciano obispo durante una persecución, Ireneo, presbítero por entonces, fue elegido para ocupar el puesto del obispo mártir.
Bajo su episcopado se multiplicaron las comunidades cristianas que comienzan en esa época a franquear los límites de la región de Narbona, sobre todo en dirección al nordeste, hacia el Rin. Más que por este celo en la conversión de los paganos, Ireneo es conocido por su confrontación con los herejes, fruto de la cual es su gran obra contra las herejías.
No hay que formarse una idea equivocada de su carácter a juzgar por el título de la obra que ha pervivido hasta nosotros. Ireneo, como su nombre indica, era "hombre de paz" o "pacificador"; en todo momento se esforzó en mantener la paz de la Iglesia universal. Conocemos su papel pacificador en la controversia sobre la fecha de la Pascua por la carta al obispo de Roma Víctor I (189-198), donde le advierte que no rompa con facilidad la unión, ya que Víctor había creído que algunos obispos de Asia y Oriente, que celebraban la Pascua con los judíos, el día catorce de la luna, habían de ser condenados" (Jerónimo, De Viris Illustribus, 35).
Gregorio de Tours cuenta que fue martirizado bajo el reinado de Septimio Severo en el año 202 o 203, pero no es del todo seguro, ya que no dicen nada al respecto Tertuliano, Hipólito, Eusebio, Efrén, Epifanio, Agustín ni Teodoreto.
Su obra más conocida, Contra las herejías, que en griego llevada el título de Desenmascaramiento y refutación de la falsa gnosis y en latín Adversus Haereses, fue escrita hacia el año 180, en un largo proceso de documentación y estudio le llevó varios años. Esta obra aparece dividida en cinco libros o capítulos, como diríamos hoy. En el primero Ireneo presenta los diversos sistemas gnósticos, deteniéndose en los valentinianos y trazando su origen hasta Simón Mago, padre de todos los herejes. En el segundo refuta con argumentos tomados de la razón y de la misma lógica gnóstica las tesis de los seguidores de Valentín y Marción. En el tercero muestra la verdad y unidad de la predicación de la Iglesia sobre Dios y Cristo. En el cuarto afirma detalladamente la unidad radical de los dos testamentos o alianzas productos de un mismo Dios. Por último, el quinto se centra en la enseñanza paulina sobre la resurrección de la carne, para terminar con una visión mileniarista del Reino eterno, que recapitula todas las cosas creadas: al hombre con Dios y con el mundo, con su carne y con su tierra, tomando así la anakephaloisis paulina de Ef. 1:10, que será también el eje sobre el que gire el sistema teológico de Orígenes.
Otra obra que ha llegado hasta nosotros es Epídeixis o Demostración de la enseñanza apostólica, que es una versión breve no polémica, sino apologética de la teología de Ireneo, dirigida a un tal Marciano. En una primera parte comienza con una teología de la historia de la salvación, Dios y la creación (4-16), seguida por el pecado del hombre y la misericordia divina (17-30) y la obra redentora de Cristo (31-42). La segunda parte muestra la verdad de la historia de la salvación según las Sagradas Escrituras, la preexistencia y la encarnación del Hijo de Dios (43-51), el cumplimiento de las profecías sobre Jesús (52-84) y el cristianismo como cumplimientos de las profecías mesiánicas (85-97). Concluye con una exhortación pastoral a vivir la fe y oponerse a la herejía (98-100).
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