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Glover, Terrot Reavely

Glover, Terrot Reavely
Nacido en Bristol (Inglaterra), en el seno de una familia bautista, su padre era pastor.

Estudió en St. John’s College de Cambridge. En 1896 marchó a Ontario (Canadá). Fue profesor de Latín en la Universidad Real de Kingston (Canadá, 1896-1901). De regreso a Inglaterra dió impartió clases de literatura clásia en St. John College de Cambridge (1901-39) y fue orador público de la Universidad (1920-39). En Estados Unidos fue profesor en la Universidad de California durante el año 1973.

En 1925 fue elegido presidente de la Unión Bautista británica e irlandesa.

Desde el punto de vista evangélico se le acusa de modernismo teológico y de considerar la inspiración verbal de la Biblia como una creencia monstruosa. Para E.J. Poole-Connor (1872-1962), representa una verdadera y peligrosa desviación hacia la incredulidad. Sin embargo, es imposible ignorar las contribuciones positivas de Glover en el campo de su especialidad: el estudio de la religión. Su teoría del desarrollo de la religión como el desarrollo del individuo, o personalidad humana, es bastante acertada y rica en posibilidades interpretativas del fenómeno religioso de todos los tiempos. La religión, para él, es el progreso que tiende hacia la individualización (Progress in Religión, p. 9). En este sentido el cristianismo representa la emergencia de lo mejor, en cuanto tiene un concepto muy claro y definido de la personalidad de Dios.

Tremendamente erudito y buen conocedor de la literatura y el pensamiento griego y latino, en un ensayo denso sobre la influencia de Cristo en el mundo antiguo trató de responder a la pregunta: “¿Qué había en Cristo y el cristianismo que arrolló y borró del mundo antiguo a Venus, a Isis y Osiris, a Cibeles y Mitra?”. Entre otras cosas, cree que Cristo derribó la barrera que detenía el desarrollo más pleno y vigoroso de los dones y ganancias obtenidas por el hombre en su larga marcha histórica. “La barrera que detenía el progreso antiguo se hallaba en la mente humana y en el corazón quebrantado, y Cristo vino y dio al mundo un nuevo corazón, una fe nueva en Dios, una nueva vida y una libertad mayor. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo a sí mismo. En la lucha por la libertad y por la vida, sea en la sociedad, el carácter o el pensamiento, somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (La influencia..., p. 123).

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