Bogue, David
Nacido el 17 de febrero en Coldingham (Berwickshire, Escocia). Convertido en su infancia, estudió para el ministerio de la Iglesia de Escocia en la Universidad de Edimburgo. En 1771 se trasladó a Londres, donde encontró empleo como maestro de escuela, al tiempo que predicaba cuando tenía ocasión. En 1777 fue nombrado pastor de la Iglesia Independiente de Gosport, donde permaneció hasta su muerte. Con la ayuda de Robert Haldane abrió una Academia en Gosport para la educación de pastores congregacionales y la formación de misioneros. Fue uno de los fundadores de la London Missionary Society (Sociedad Misionera de Londres, 1795), tan importante en el renacimiento misionero del siglo pasado, de línea totalmente interdenominacional. Asimismo contribuyó a fundar la British and Foreign Bible Society (Sociedad Bíblica Británica y Extranjera) y la Religious Tract Society (Sociedad de Tratados Religiosos).
Se opuso al deismo de la Ilustración recurriendo al carácter interno de la Biblia, especialmente del Nuevo Testamento, como evidenciando una mano maestra superior, cuyas enseñanzas han contribuido a la felicidad humana. Es, sin duda, un intento creyente serio y documentado de responder a los nuevos retos y planteamientos de la cultura racionalista de la época cada vez más ajena a la fe y sus bendiciones: “El objeto de este ensayo, escribe, es el de conduciros al goce de la felicidad, persuadiéndoos a que os hagais cristianos.”
Murió el 25 de octubre en Brighton (Inglaterra), cuando se hallaba en una de sus giras anuales predicando a favor de la obra misionera, que tanto amaba.
En todo momento enfatizó la importancia de una adecuada educación de los candidatos a misioneros en el extranjero. Creía que un misionero no es un académico, pero eso no impedía que se instruyera de la forma más adecuado en el idioma, la cultura y los medios de vida de los países misionados, aparte de la formación teológica.
Se opuso al deismo de la Ilustración recurriendo al carácter interno de la Biblia, especialmente del Nuevo Testamento, como evidenciando una mano maestra superior, cuyas enseñanzas han contribuido a la felicidad humana. Es, sin duda, un intento creyente serio y documentado de responder a los nuevos retos y planteamientos de la cultura racionalista de la época cada vez más ajena a la fe y sus bendiciones: “El objeto de este ensayo, escribe, es el de conduciros al goce de la felicidad, persuadiéndoos a que os hagais cristianos.”
Murió el 25 de octubre en Brighton (Inglaterra), cuando se hallaba en una de sus giras anuales predicando a favor de la obra misionera, que tanto amaba.
En todo momento enfatizó la importancia de una adecuada educación de los candidatos a misioneros en el extranjero. Creía que un misionero no es un académico, pero eso no impedía que se instruyera de la forma más adecuado en el idioma, la cultura y los medios de vida de los países misionados, aparte de la formación teológica.