Barclay, Robert
Nacido en Gordonstown (Morayshire, Escocia). Hijo de David Barclay (1610-86), militar de profesión y uno de los treinta escoceses miembros del Parlamento de Oliver Cromwell, fue enviado a Francia cuando contaba diez años edad, para estudiar en el Colegio Escocés de París, del que era rector un tío suyo católico-romano. Allí aprendería a conocer el catolicismo romano.
A su regreso a Escocia estudió en la colegio presbiteriano de Aberdeen, pero finalmente abrazó el cuaquerismo (1667), como poco antes había hecho su padre. En 1670 contajo matrimonio con Christina Mollison y se estableció en su finca de Ury, donde comenzó a escribir tratados en defensa de la Sociedad de Amigos, fundada por George Fox (1624-91), más conocida por cuáqueros, cuyo énfasis recaía sobre la “luz interior”: “Me he convencido de la verdad —escribe Barclay—, no por la fuerza de los argumentos, ni por una investigación particular de cada doctrina, ni por persuasión de mi inteligencia, sino porque me sentí conmovido secretamente por el poder de la vida. Gloria por siempre a Dios, que nos ha escogido como sus primicias” (Apología).
En 1672, vestido de saco y con cenizas en la cabeza, en señal de penitencia, se paseó por las calles de Aberdeen. Fue arrestado y encerrado en la prisión, así como en otras ocasiones.
Insistió sobre la “luz interior” como revelación divina necesaria para la verdadera fe: “La principal regla de los cristianos sobre el Evangelio no es la regla externa, ni la ley dada desde el exterior y escrito, sino la ley interna espiritual, grabada en el corazón, la ley del Espíritu de vida, la palabra que se halla próxima al corazón y a la boca” (Apología). Se opuso al calvinismo y al arminianismo por igual. “Salvo al cuaquerismo de muchos abusos y prejuicios irracionales. Porque escribió para la clase pensante del mundo, muchos de los cuales eran rabiosamente críticos, tuvo que ser extremadamente juicioso en sus afirmaciones. Esto le llevó a juicios equilibrados con clichés fanáticos. Este facto, más que ningún otro, ayudó a mantener el cuaquerismo dentro de la corriente principal de la historia y del pensamiento cristianos” (Elton Trueblood, v.).
En todo momento abogó por la tolerancia e ideales pacifistas y humanitarios, todavía activos en la Sociedad de Amigos.
Inteligente y de gran elocuencia se ganó las simpatías de Elizabeth, princesa del Palatinado alemán y del duque británico de York (posteriormente James II). Ayudó a William Penn (1644-1718) a conseguir el un territorio en las colonias americanas, Nueva Jersey, del que Barclay fue nombrado gobernador en 1683, sin que jamás pudiera poner su pie allí.
A su regreso a Escocia estudió en la colegio presbiteriano de Aberdeen, pero finalmente abrazó el cuaquerismo (1667), como poco antes había hecho su padre. En 1670 contajo matrimonio con Christina Mollison y se estableció en su finca de Ury, donde comenzó a escribir tratados en defensa de la Sociedad de Amigos, fundada por George Fox (1624-91), más conocida por cuáqueros, cuyo énfasis recaía sobre la “luz interior”: “Me he convencido de la verdad —escribe Barclay—, no por la fuerza de los argumentos, ni por una investigación particular de cada doctrina, ni por persuasión de mi inteligencia, sino porque me sentí conmovido secretamente por el poder de la vida. Gloria por siempre a Dios, que nos ha escogido como sus primicias” (Apología).
En 1672, vestido de saco y con cenizas en la cabeza, en señal de penitencia, se paseó por las calles de Aberdeen. Fue arrestado y encerrado en la prisión, así como en otras ocasiones.
Insistió sobre la “luz interior” como revelación divina necesaria para la verdadera fe: “La principal regla de los cristianos sobre el Evangelio no es la regla externa, ni la ley dada desde el exterior y escrito, sino la ley interna espiritual, grabada en el corazón, la ley del Espíritu de vida, la palabra que se halla próxima al corazón y a la boca” (Apología). Se opuso al calvinismo y al arminianismo por igual. “Salvo al cuaquerismo de muchos abusos y prejuicios irracionales. Porque escribió para la clase pensante del mundo, muchos de los cuales eran rabiosamente críticos, tuvo que ser extremadamente juicioso en sus afirmaciones. Esto le llevó a juicios equilibrados con clichés fanáticos. Este facto, más que ningún otro, ayudó a mantener el cuaquerismo dentro de la corriente principal de la historia y del pensamiento cristianos” (Elton Trueblood, v.).
En todo momento abogó por la tolerancia e ideales pacifistas y humanitarios, todavía activos en la Sociedad de Amigos.
Inteligente y de gran elocuencia se ganó las simpatías de Elizabeth, princesa del Palatinado alemán y del duque británico de York (posteriormente James II). Ayudó a William Penn (1644-1718) a conseguir el un territorio en las colonias americanas, Nueva Jersey, del que Barclay fue nombrado gobernador en 1683, sin que jamás pudiera poner su pie allí.